Incoherencias
Los gritos ensordecen el corazón
¡Qué grande Francesco Tonucci "Frato" al representar esta imagen tan típica en tantos hogares!
¿Cómo va a tomarnos en serio una persona si pedimos algo con las palabras pero actuamos de una forma distinta? La coherencia lingüística es tan importante como lo son nuestros actos. Normalmente tendemos a fijarnos en lo que decimos, en el contenido de nuestras palabras, sin embargo dejamos de lado algo tan importante como es la comunicación no verbal. Por otro lado, creo fundamenental cuidar las palabras que se utilizan al dirigirse a otra persona, no es lo mismo decir "¡No griteís!" que decir "por favor utilizar un tono más bajo", no se debe olvidar que al tratar con niñ@s es importante ser conscientes de la edad, las capacidades y las necesidades que tienen. En el caso de los niñ@s muy pequeños un "por favor, utilizar un tono más bajo" está fuera de lugar, ya que posiblemente sientan la necesidad de gritar. Para regular esto se pueden utilizar recursos como canciones "Yo tengo una casita así, así", "La lechuza", se pueden proponer juegos con gestos, de mímica, y otras alternativas al grito. Efectivamente se pierde más tiempo pero los resultados son más efectivos. Nadie dijo que fuera fácil...
El ejemplo es la enseñanza más efectiva
Lo que los infantes ven a su alrededor es con lo que se quedan, imitan, el ejemplo es la enseñanza más sabia. A veces una explicación teórica de cómo queremos que sean los más pequeños sobra.
La teoría está muy bien, podemos conocerla a la perfección, pero la práctica es diferente. Somos personas, y cada una cargamos con nuestra historia, por ello es fundamental tomar conciencia. En primer lugar debemos averiguar por qué nos molesta el grito en exceso. Posiblemente sea porque intentamos leer algo, o tenemos que acabar un trabajo importante..., en este caso quizá lo mejor será encontrar un momento o un lugar más propicio para realizar nuestras tareas. Sin embargo, si cada vez que los niñ@s gritan nos irritamos con facilidad, debemos tomar conciencia de qué sentimos, fijándonos en qué pensamientos nos vienen a la cabeza, y después buscar alternativas adecuadas a ese conflicto. Esta última acción es la más complicada, la alternativa que propongo y que me sirve, de momento, es el silencio. Si no sé cómo reaccionar ante una situación determinada no digo nada, me tomo mi tiempo para tomar conciencia de qué está ocurriendo, tanto fuera como dentro de mí, además, cómo me sienta por dentro puede condicionar la percepción que tenga de lo que ocurre fuera.
¿Y si dejamos de tener prisa para tener tiempo?
Vivimos en una sociedad en la que vivimos con prisas, con unas presiones por parte de los demás y por uno mismo que no nos permite parar y por tanto tomar conciencia de las cosas. ¿Qué tal si comenzamos a respetar nuestros propios ritmos y aceptamos que la solución no siempre viene inmediata? ¿Qué tal si nos damos tregua? ¿Y si aceptamos que no siempre tenemos la respuesta y que necesitamos tiempo para encontrarla? Cada vez que pasa un día no es un día más, sino un día menos.