Fundamentación
El crecimiento por sí solo no conlleva la desaparición de la vulnerabilidad emocional, sobre todo si no se tienen las herramientas adecuadas para superarla. Existe un claro debate social en cuanto a si la educación afectiva, emocional y social le corresponde a la familia o la escuela. Sin embargo, es una labor de todos, familia y escuela deben estar unidas. ¿Si este tipo de educación es solo labor de las familias, que ocurre con los niños y niñas que viven en un entorno desestructurado? ¿Acaso no tienen derecho a desarrollar las mismas habilidades qué el resto de infantes? Las habilidades emocionales y sociales, por tanto, se pueden y se deben enseñar, y se les debe dar visibilidad, desde las edades más tempranas, con la intención de que garantice un desarrollo óptimo de los niños y niñas y aporte claves importantes para su bienestar y el de toda la comunidad educativa.
Los objetivos de este proyecto no son diferentes a los habituales que se pudieran concretar en cualquier otro que trabaje la inteligencia emocional. Lo innovador consiste en la incorporación de un nuevo elemento, el cerebro.
El tema principal está relacionado con las 3 partes más importantes del cerebro, el Neocortex, el Límbico y el Reptiliano. Cada parte corresponderá a un personaje con el que jugar y aprender, los cuales se convertirán en el recurso para llevar a cabo lo que se quiere enseñar. Con esto no se pretende que los niños y niñas entiendan la complejidad del cerebro, ni su funcionamiento de una forma abstracta, si no que vean qué ocurre cuando una emoción toma más protagonismo que otra, que se identifiquen con personajes que cuentan historias de sus vidas diarias, etc., teniendo, de esta manera, una simbología para los adultos y otra diferente para los más pequeños. Lo que se pretende es que estos aprendizajes sean significativos y que en un futuro puedan asociar lo aprendido en esta etapa con otras posteriores.
Tomar conciencia del cerebro y saber cómo funciona es el punto de partida para tomar conciencia de los estados emocionales, aceptarlos y superarlos. Es evidente que todo esto no se va a conseguir en la primera etapa de infantil, ni es lo que se pretende, sin embargo poner nombre y dar visibilidad al cerebro, al mismo tiempo que se pone nombre a las emociones, y a otras partes del cuerpo, facilita su futuro conocimiento y comprensión. Teniendo en cuenta la neurociencia, los momentos evolutivos y las capacidades de los niños y niñas, adaptando las enseñanzas a la manera en que los infantes aprenden.